Monday, June 11, 2018

Nuevos desafíos

Nos enfrentamos a un tiempo de grandes cambios sociales y culturales que involucran todos los terrenos de la vida humana.

La sociedad no puede permanecer ajena a estas transformaciones: en un contexto caracterizado por la complejidad y un fuerte perfil competitivo. El devenir cotidiano de la enseñanza transcurre plagado de nuevos desafíos.
Las instituciones escolares se encuentran frente a un gran vacío de modelos referenciales frente a estas exigencias competitivas y parecen a todas luces incapacitadas al momento de dar respuestas efectivas a las necesidades de supervivencia y crecimiento de las sociedades.

 En esta verdadera transición por la que se atraviesa, el peso de los resultados y las demandas de viabilidad del proceso educativo recae, quizás como nunca, en las habilidades directivas de quienes tienen a su cargo la conducción de las instituciones y de los distintos equipos de trabajo que las integran.
Parece que le tocara a los directivos descubrir los nuevos parámetros de gestión, desestabilizar las rutinas, crear visiones alentadoras y, en definitiva, trazar un camino sólido para la realización de las expectativas de los distintos grupos participantes.

 Hoy puede afirmarse sin dudas que las limitaciones organizacionales se superan exclusivamente con capacidad de conducción y esto no es un problema “técnico”, sino esencialmente humano: el fracaso de las organizaciones parte siempre de la falta de compromiso de sus directivos.
Los avances tecnológicos y el creciente acceso a ellos ha debilitado el predominio de los docentes standard... A las escuelas les resulta cada vez más difícil generar diferenciación, lo que es saludable porque va eliminando la discriminación entre niños que se destacan por tener mejor acceso al material y los que no.

La escuela tiene que dar “servicio” de aprendizaje efectivo. Y las que quieran destacarse han de generar experiencias de aprendizajes innovadoras.
Definido en estos términos el mapa del éxito escolar depende en todo momento de una dimensión humana y de un verdadero trabajo “arquitectónico” que puedan realizar los cuadros directivos sobre la política educativa y la organización misma, como soporte coordinado de recursos y esfuerzos, abiertos a la participación y a las inquietudes de innovación.

















 
 
 

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