En primer lugar ya no alcanza con ir a pedir trabajo.
La sociedad, y cualquier ámbito de trabajo, requieren de gente agradable,
honesta, sincera, de una sola faz, muy aplicada, eficiente, profesional y con
permanente inquietud de actualización.
Entonces va a ser resistido el
pendenciero, el mañero, el faltador, el
rezongón, el que comete errores, el que no se integra a los equipos,
el deshonesto, el que se niega a cumplir y el que no está abocado a la
actualización continua.
Hay un componente social nuevo, que surgió en forma
subrepticia y se expandió de manera indeleble: el deseo y la
aspiración de libertad para tomar decisiones en el trabajo, y responsabilidad
para poder moverse y desenvolverse para conseguir resultados.
Sea como fuere, el docente ha de ser eficiente y cumplidor, porque es el
porvenir de la Sociedad lo que está en juego.
Es muy cierto que la forma de desarrollarse la
convivencia y el modelo organizacional
de todos los ámbitos de trabajo debe modificarse. Para que se termine este desorden social debe desarrollarse
una cultura basada en el respeto a la persona, a cada uno.
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